jueves, 17 de julio de 2014

Cerrado por vacaciones

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Ya estamos en julio y julio y agosto son sinónimo de vacaciones. Por lo menos para los estudiantes. Tiempo de descanso, de cambio de escenario y de convivencia familiar. Cada uno elabora su programa para oxigenar el cuerpo y la mente. No hace falta recorrer kilómetros hasta la extenuación, visitar no sé cuántos países o sumar horas incontables de sol y playa. Las cosas más sencillas también pueden proporcionar reposo y ayudarnos a crecer sin darnos cuenta. Una buena película –con o sin palomitas– un helado a tiempo, un concierto o un par de libros a mano como desafío formativo…La Universidad pasa a segundo plano y hasta septiembre no se produce el reencuentro, pero es importante mantener vivo el deseo de aprender. Como es imposible asomarnos a todo lo desconocido y veinticuatro horas no dan para más, tampoco hay que vivir las vacaciones a un ritmo trepidante.
¿Qué tal si nos dedicamos más tiempo a nosotros mismos? Hay una actividad que algunas personas –me atrevería a decir que muchas– ignoran y es específicamente humana: pensar. En una hamaca, bajo una sombra, al borde de una piscina, en un asiento del tren o del autobús, en cualquier lugar es posible pensar y alimentar nuestro mundo interior, pasear por los pasillos más íntimos de nuestra vida.
Además de “Cerrado por vacaciones” habría que poner el cartel de “Cerrado por obras”. Andan una de esas personas creativas que hay en el mundo soñando con otro formato de página, nueva cabecera y nuevas secciones. Ya se sabe, renovarse o morir y la opción es clara: vivir y hacerlo de forma digna y feliz.
Buen verano, buenas lecturas, buenos atardeceres, buenos encuentros, buenos viajes, buenas vacaciones nos dé Dios.

P. Santiago

miércoles, 18 de junio de 2014

Sanitarios en un centro de urgencias

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Una expresión latina del escritor Plauto dice que “el hombre es un lobo para el hombre”. Como la literatura de doscientos años antes de Jesucristo nos queda a todos  muy lejos, un filósofo del siglo XVIII llamado Thomas Hobbes se encargó de repetirla para sentar la afirmación de que el egoísmo es una nota característica de la esencia humana. Lo peor es que la vida haga verdadera una frase escalofriante porque es todo un canto a la insolidaridad, la sospecha y la desconfianza. Cualquiera que piense así tendría que salir a la calle protegido con una coraza y con una lanza en la mano como los caballeros medievales.
Menos mal que sin el remite de ningún nombre famoso, hay otros dichos que hacen de réplica a Plauto y a Hobbes. “Piensa bien y acertarás”, “Haz bien y no mires a quién”, por ejemplo.
Hay escenas e imágenes con argumento diferente. Gestos de ayuda que rayan en el heroísmo y actitudes de violencia como si se tratara de ir dejando heridos en todas las aceras. Cuando son heridas físicas, el SAMUR se encarga de una primera cura y del traslado a un hospital si el caso es grave. ¿Y cuando nos son heridas físicas sino morales? ¿Quién se encarga de descubrir la carga de sufrimiento que alguien puede llevar en su interior como si una fiera estuviera royéndole las entrañas?
Hacen falta sanitarios que atiendan las urgencias de la convivencia, la soledad, el desamor, la ingratitud porque a estos hombres y mujeres que han recibido la visita del desencanto y la desesperanza no los recoge ninguna ambulancia y muchas veces su única compañía son las lágrimas. También hacen falta buceadores que ayuden a salir del pozo de la desesperación. La cifra de “parados” porque no se quieren alistar en estas dos “nuevas profesiones” supera, con mucho, los millones del paro laboral.

P. Santiago

sábado, 14 de junio de 2014

El orden multiplica la eficacia.

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Tiempo de exámenes, de tensiones y de nervios. La torre de apuntes ha crecido sobre la mesa sin casi darnos cuenta y en el calendario aparecen marcadas distintas fechas que son como pilotos encendidos que nos recuerdan la cita para dar cuenta de tal o cual asignatura. Si uno pudiera estiraría las horas para que  pasaran de veinticuatro a cuarenta.
Todas las actividades tienen sus leyes internas que hay que respetar y también el estudio exige unas estrategias determinadas. Cuando se trata del trabajo intelectual hablamos de metodología y requisito indispensable para rendir en el estudio es el orden. El orden es todo lo contrario a la galopada final, la improvisación que va unida al optimismo de ver unos temas y dejar otros porque la posibilidad de que no me pregunten nada de ellos es real, el aturdimiento que bloquea y paraliza,
A nadie le puede pillar desprevenido el examen final de cada una de las asignaturas porque no es una novedad de este curso y tampoco se puede hacer en un solo día el trabajo de  meses. Hay, por lo tanto, un ayer que –en la mayoría de los casos– ya es irrecuperable y no se ha inventado ninguna fórmula para solucionar en una semana la irresponsabilidad de un cuatrimestre.
Tampoco es cosa de meterse en la habitación o en la biblioteca, atarse a la silla y pensar que hay que batir  un record de tenacidad. El orden multiplica la eficacia significa que es toda la jornada y todas las actividades  las que hay que organizar sabiamente. Con pausas para el descanso, la visita al gimnasio, salir a correr, comer pausadamente, charlar con los demás…Todo lo contrario a enclaustrarse como si se tratara de hacer una experiencia monástica. Al final, pesa y duele la cabeza, se filtra el miedo y, además de los apuntes, el día del examen se lleva una tonelada de desconfianza bajo el brazo.

P. Santiago

domingo, 8 de junio de 2014

Solemnidad de Pentecostés


¡Ven, Espíritu Divino!
(Secuencia de Pentecostés)

Ven, Espíritu Divino
manda tu luz desde el cielo. 
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse 
y danos tu gozo eterno. Amén.

Vivir en la verdad

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Hay riachuelos de aguas cristalinas y otros de aguas cenagosas. El agua limpia permite ver el lecho del río, mientras que el agua turbia oculta el fondo. Así sucede también con las personas. La verdad es transparente y liberadora, lo dice Jesús: “La verdad os hará libres” (Jn 8, 32).
En nuestras conversaciones con algunas personas  surge inmediatamente la sensación de estar ante alguien que vive encerrado en un mundo infranqueable y desde la otra parte del muro responde con frases prefabricadas y evasivas. Es como una partida de frontenis donde todas las pelotas rebotan ante el muro que tenemos delante. Con otras, sin embargo, sucede lo contrario. Son personas que viven con las puertas abiertas, andan por el mundo sin escudo y facilitan el diálogo sin rodeos. La partida, en este caso, es de tenis, cada uno presta servicio alternativamente y la pelota va de un campo a otro, la palabra fluye por encima de cualquier  red divisoria.
Se dice que en algunos países existe demasiada gente armada y, de vez en cuando, nos sorprende que  en una escuela o en un supermercado suenen unos cuantos disparos que ocasionan muertes inocentes e inesperadas. Algunos gobiernos han procurado regular sensatamente la adquisición y el uso de armas para evitar estas noticias trágicas. De este modo, se controlan las armas, pero no las armaduras. Demasiada gente viste una armadura infranqueable para que nadie pueda penetrar en sus pensamientos, sus sentimientos, su mundo interior. Vivir detrás de una armadura no es fortaleza sino debilidad, esclavitud, miedo a la verdad, encubrimiento, a veces, de actitudes inconfesables.
Todos podemos ser un lago de aguas claras o un charco de agua embarrada; el agua limpia permite la vida, el agua enturbiada oculta, ordinariamente, toda clase de desechos.

P. Santiago

jueves, 5 de junio de 2014

Hablemos de la amistad

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Con la amistad sucede como con  tantas otras realidades que el tiempo y  el uso pueden desvirtuar. Sobre todo si entendemos la amistad como una relación funcional que está sometida al ritmo de la necesidad. Cuando nos llaman o nos visitan algunas personas, inmediatamente pensamos: ¿qué necesitará de mí? Esta es la primera falsificación de la verdadera amistad: reducirla a términos de utilidad. Surgen así amistades intermitentes y ocultas que salen a la superficie como llamadas de socorro que se hacen en situaciones de emergencia. La sospecha de que mi teléfono  está al lado del  091 o del 112 convierte la amistad en una forma larvada de egoísmo.
También se desvirtúa la amistad si se  equipara a  complicidad hasta el punto de colocar la relación con el amigo o la amiga por delante de la verdad o del bien. La verdad puede aconsejar la reflexión compartida para evitar cualquier fracaso o la advertencia confidencial sobre el suelo peligroso donde está poniendo los pies la persona amiga. Como su vida le pertenece –pensamos a veces–  asisto impasible al deterioro de su imagen y hasta a la pérdida de su dignidad. Es una forma de respeto que encubre  crueldad e indiferencia. Que nadie se empeñe en hacer compatibles la indiferencia y la crueldad con la amistad, porque se distancian más que el día y la noche.
Amistad que no se cuida a través de la comunicación y amistad que no se interesa por el bien del amigo, es amistad adulterada, amañada según la conveniencia.
Parece claro que es necesario rescatar el don de la amistad en toda su grandeza y liberarla de cualquier significado tramposo. Hay que apostar por la limpia gratuidad de la amistad que es ajena a  intereses y compensaciones.    

P. Santiago

viernes, 30 de mayo de 2014

Tenemos que hablar

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Nos gusta montar castillos en el aire y la imaginación, a veces, va por caminos diferentes a la realidad. Hablamos de los niños, por ejemplo, y solo nos fijamos en su aparente despreocupación y esos mofletes como dos mitades de una manzana madura. Pensamos que su vida en un juego ininterrumpido y el mundo un gran balón de colores. Ahora los psiquiatras que estudian los trastornos infantiles– nos advierten que debajo de esa escenificación de felicidad se puede estar ocultando un drama y hasta una tragedia.
Todavía andamos más despistados cuando hablamos de los jóvenes y eso que los sociólogos ponen frecuentemente a nuestro alcance  estudios y encuestas. Me decía hace pocos días un joven  que veía enferma a la sociedad. Para templar su afirmación, le contesté que una buena parte, por lo menos, sí. Nos falta salud mental, salud ética, salud de espíritu. No tenemos salud mental y acumulamos pensamientos tóxicos porque nos falta reflexión, diálogo, lectura, sentido crítico. Charles Peguy hablaba de la necesidad de “baños de silencio”.
Salud ética para salir de ese desierto de  referentes de conducta. Lo único que se nos ocurre a los adultos es lamentar o condenar, como si fuera más necesario y urgente atizar que etizar. Un comportamiento ético exige la práctica de la verdad, la justicia,  la responsabilidad y la solidaridad a  todas las horas.
Salud de espíritu. La vida es una maratón que fatiga, tensa los músculos y empapa el cuerpo de sudor. Al final, el gran fracaso sería haber corrido un itinerario equivocado, encontrarse con que desconocemos dónde está la meta y ya no hay tiempo para comenzar una nueva carrera. La inquietud del corazón humano tiene una meta exclusiva: Dios.
Aquel maestro de pensadores que fue Miguel de Unamuno decía que hay adultos tan ingenuos que creen van a hacerse entender mejor por sus hijos aún balbucientes, balbuciendo ellos también. Hay pocas cosas tan ridículas como un adulto jugando a ser joven. Tenemos que hablar para conocernos, ayudarnos y crecer juntos. Sin olvidar nunca los datos del DNI.

P. Santiago

sábado, 24 de mayo de 2014

La primavera, escaparate de la belleza de la naturaleza

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Da gusto cruzar el Parque del Oeste y entristece cuando sobre  la hierba verde se extiende una capa de papeles y de bolsas de plástico. Estamos profanando el medio ambiente, envenenándolo. ¿Queremos una tierra viva o una tierra muerta? La tierra no será viva sin flores, sin pájaros, sin agua transparente…Tierra que debemos cruzar con pies de algodón porque nos recibirá un día en su regazo y guardará nuestro cuerpo muerto hasta su resurrección.
Dios tuvo el ingenio creativo de crear y en un gesto de audacia, quiso que el ser humano fuera colaborador de la creación. Por eso no se puede maltratar la naturaleza. Creados para la vida que no termina, no podemos destruir nada. El egoísmo no tiene grandeza. ¡Qué pobre es quien juzga que el mundo comienza y termina en él!
Dicen que el corazón humano tiene el tamaño de un puño cerrado y hay hombres que no abren nunca su corazón. Vamos a soñar con esa tierra y esa humanidad que Dios soñó. Hombres vivo en una tierra también viva. Todas las bombas son sacrílegas porque matan la vida. Nunca podemos ser anticreadores. La naturaleza sufre nuestra violencia cuando la manchamos de papeles o de sangre. Un parque abandonado o unas flores cortadas despiertan en  el alma un llanto funeral.
Es primavera, reestreno de una vida naciente y multicolor. La luz y el sol, amigos y compañeros, se sientan más tiempo a nuestra mesa y los árboles nos regalan su fronda olorosa. ¿Nos vamos a perder tan hermoso espectáculo? ¿Alguien se atreverá a manchar el decorado de la primavera o a caminar de espaldas a las rosas, las caléndulas, los tulipanes, la humilde flor de azahar?

P. Santiago

domingo, 18 de mayo de 2014

Que la alegría de la Pascua sea inextinguible

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Hubo un tiempo en el que los pueblos organizaban su vida alrededor de las iglesias y el volteo de las campanas anunciaba siempre acontecimientos extraordinarios. Así, cuando llegaba la Pascua, el bronce tañía con fuerza invitando a la alegría.
Hoy la megafonía y las quejas de los vecinos más próximos han hecho enmudecer a muchas campanas. Puede ser un signo de que la alegría es más cara y más extraña actualmente. La expresión  “alegre como unas Pascuas” va desapareciendo de nuestro vocabulario. Entre malhumorada e impotente, la gente dice “no estamos para fiestas”. Como si la alegría fuera un pecado, un signo de superficialidad, ganas de meterle a uno el dedo en el ojo con la que está cayendo.
Hay una evidente carencia de alegría y una sobredosis de malhumor y hasta de amargura. Por eso, celebrada la Pascua, hay quienes se encogen de hombros, piensan que la alegría es una nota menor en el pentagrama de la vida y siguen sumidos en el desencanto.
La Pascua es noticia y realidad suficientes para plantar en el centro de nuestra vida el mástil de la alegría, la paz y la esperanza. Vivir la Pascua es apuntarse a vivir resucitados. Si la resurrección de Jesús pasa inadvertida junto a nosotros, es que nuestra fe está debilitada por falsas seguridades que nos hacen confiar en otra fuerza que la nacida de la cruz. La Vida es mucho más que esta vida y el Amor es más limpio que nuestros amores casi siempre contaminados.
Un universitario comentaba la necesidad de “montar en la vida algo que no se caiga”. Aunque el lenguaje no sea muy teológico, me parece un proyecto muy serio y  lúcido que bien puede unirse a la alegría de la fe y de la confianza, frente a la tristeza de un corazón individualista carcomido por el egoísmo.

P. Santiago

miércoles, 14 de mayo de 2014

Pensamiento de San Agustín

La alegría de la Pascua 

“Aunque el espíritu está pronto, como la carne es débil, no debo entreteneros mucho en el sermón después del cansancio de la noche pasada; pero unas palabras sí debo decíroslas. Estos días que siguen a la pasión de nuestro Señor, y en los que cantamos el Aleluya a Dios, son para nosotros días de fiesta y alegría y se prolongan hasta Pentecostés, fecha en que fue enviado del cielo el Espíritu Santo que había sido prometido. De estos días, los siete u ocho en que nos encontramos se dedican a los sacramentos que han recibido los recién nacidos”

(Sermón 228, 1)

domingo, 11 de mayo de 2014

Pablo VI, futuro beato


Tras la reciente canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, el Papa Francisco ha promulgado el Decreto que reconoce un milagro por intercesión del Venerable Siervo de Dios Pablo VI. De igual forma, autorizó al Dicasterio a comunicar que el rito de beatificación del Papa Pablo VI será en el Vaticano, el 19 de octubre de 2014.


María, la mujer, la madre y la creyente

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 Con María la madre de Jesús, no hemos sido muy serios o, mejor, la hemos tratado de manera desigual. Unos han querido ver en ella una mujer lejana y distinta que nunca se manchó las manos en la cocina. Otros han tomado demasiada cerrada la curva de su humanidad y ven en ella una nazaretana más que los católicos hemos encumbrado desmesuradamente. Ambos quedan muy lejos de esa María total –mujer, creyente y Madre de Dios– que con una confianza sin límites  va asumiendo la misión confiada.
Primero, el misterio inesperado  de su maternidad que hasta los teólogos más sabios necesitan páginas y páginas para explicar. Quizá demasiadas porque bastaría decir que cuando el ser humano se llena de Dios su vida se torna fecunda.
Después, acompañando a Jesús en su niñez y juventud, su proceso de crecimiento que es, para cualquier madre, un itinerario de alegría, de miedo y de esperanza.
Finalmente –cuando podía estar María a punto de cruzar los cincuenta años– llega el capítulo decisivo de la vida de Jesús y de su vida. Para una madre es más fácil enfrentarse con la propia vida que con la vida de un hijo. Y en esa hora –que fue la hora de la verdad– recibe María a todos los hombres como hijos: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26). La madre de Jesús ensancha su maternidad y recibe el título de Madre de la humanidad entera. Después, cada pueblo y cada ciudad han regalado a María mil títulos y nombres diferentes para acercarla todo lo posible a ese puñado de tierra en el que nos movemos. Se han levantado santuarios, sencillas ermitas, en las iglesias siempre hay un altar con una imagen mariana…Es el intento de tener cerca una cuadro o una talla de María, una  fotografía de la Madre para cruzar nuestros ojos con los suyos y sentir su caricia maternal.

P. Santiago

domingo, 4 de mayo de 2014

¿Solo se merece un día la madre?

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Ya sabemos que se trata de algo simbólico –mitad pretexto para el encuentro familiar y mitad reclamo comercial– pero, por si acaso, conviene recordar que hay  actitudes, fidelidades y recuerdos que deben ocupar los 365 días del año. Pueden tener su momento celebrativo en una fecha determinada, pero son valores permanentes y en alza. Algo así sucede con la figura de la madre que crece con los años, aunque su cuerpo vaya decreciendo y su rostro se vaya poblando de arrugas. El intento de una piel tersa es inútil a pesar de las cremas que hay en el armario del cuarto de baño.
Las madres están atentas a los calendarios de todas las vacunas aconsejadas por el pediatra cuando somos unos bebés y saben que, de mayores, necesitamos las vacunas de una llamada en tiempos de exámenes, de una sabia pregunta cuando adivinan que nuestro tono de voz es distinto, de tener preparada una sorpresa para la próxima visita. La maternidad es un plus de esa obra de arte de  Dios que es el mundo femenino y el resultado son unas mujeres encantadoras, intuitivas, pacientes, cariñosas…que, aunque no hayan pisado la Universidad, son expertas en psicología, hábiles entrevistadoras, expertas en relaciones humanas, enfermeras capaces de calmar cualquier dolor del alma, abogadas de oficio de sus hijos…simplemente maravillosas e imprescindibles.
Y que a nadie se le ocurra decir que solo los niños necesitan a las madres. Es una herejía pedagógica que dejaría al descubierto un corazón de resina o de escayola. No hace mucho tiempo acompañé a la hora de la muerte a una persona con casi ochenta años en su carné de identidad. En su pulso con el dolor, se le escapaba por las costuras del alma la exclamación, ¡Ay mamá!

P. Santiago

domingo, 27 de abril de 2014

50 años del Colegio Mayor Universitario San Agustín

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Fue su inauguración oficial el 24 de abril de 1964, fiesta de la Conversión de San Agustín. Ha pasado tiempo como para estar ante un cincuentenario que no cabe, naturalmente, en 25 líneas. Hay que mirar hacia atrás – al siglo pasado, aunque no quede tan alejado de nosotros– y encontramos un cuadro social, político y universitario muy diferente. El acontecimiento divisorio entre dos grandes épocas de la historia más reciente de España se llamó transición. Hubo muchas transiciones, muchos pasos hacia un clima nuevo de libertades, de estilos de vida, de sensibilidad social, de autonomía personal.
En aquel tiempo –un tanto encorsetado y rígido–, los Colegios Mayores permitían respirar el aire limpio de la libertad, expresar la frescura de la utopía, soñar con un mañana diferente. Eran fuente de creatividad y de esperanza. Hoy los colores del paisaje universitario son más tenues y apagados. Hay jóvenes maniatados por el sentimiento de que alguien les ha robado el futuro, que la clase política da pocas muestras de preocupación por los intereses personales y prodiga los gestos de despreocupación por los comunes, que los sueños profesionales pueden estrellarse ante una realidad dura que levanta muros de dificultades ante la búsqueda del primer trabajo.
Yo quisiera reivindicar para los Colegios Mayores  la función crítica, propositiva y creadora  que tuvieron en otro tiempo. Formarse no es recibir diariamente un chaparrón de conocimientos, sino que es aumentar el grado de inquietud personal, de amor por la vida, de sabiduría sobre uno mismo y sobre la realidad que nos rodea como las paredes de nuestra habitación. Sin olvidar que también es función de los Colegios Mayores ser necesario hospital de campaña para curar con el bálsamo de la amistad las heridas y los contratiempos inesperados que rasgan el alma.

P. Santiago

Juan Pablo II y Juan XXIII, dos nuevos santos




Esta mañana el Papa Francisco proclamaba santos a los Beatos Juan Pablo II y Juan XXIII ante una Plaza de San Pedro en la que no cabía más gozo. Tras la invocación del Espíritu Santo con el canto del Veni Creator Spiritus, Francisco pronunciaba la oración de canonización. La memoria litúrgica de San Juan XXIII será el 21 de octubre y la de San Juan Pablo II, al día siguiente.

Compartimos con vosotros la Homilía pronunciada por el Santo Padre en la Eucaristía.


SANTA MISA Y CANONIZACIÓN DE LOS BEATOS 
JUAN XXIII YJUAN PABLO II
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

<< En el centro de este domingo, con el que se termina la octava de pascua, y que san Juan Pablo II quiso dedicar a la Divina Misericordia, están las llagas gloriosas de Cristo resucitado.
Él ya las enseñó la primera vez que se apareció a los apóstoles la misma tarde del primer día de la semana, el día de la resurrección. Pero Tomás aquella tarde, como hemos escuchado, no estaba; y, cuando los demás le dijeron que habían visto al Señor, respondió que, mientras no viera y tocara aquellas llagas, no lo creería. Ocho días después, Jesús se apareció de nuevo en el cenáculo, en medio de los discípulos: Tomás también estaba; se dirigió a él y lo invitó a tocar sus llagas. Y entonces, aquel hombre sincero, aquel hombre acostumbrado a comprobar personalmente las cosas, se arrodilló delante de Jesús y dijo: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20,28).

Las llagas de Jesús son un escándalo para la fe, pero son también la comprobación de la fe. Por eso, en el cuerpo de Cristo resucitado las llagas no desaparecen, permanecen, porque aquellas llagas son el signo permanente del amor de Dios por nosotros, y son indispensables para creer en Dios. No para creer que Dios existe, sino para creer que Dios es amor, misericordia, fidelidad. San Pedro, citando a Isaías, escribe a los cristianos: «Sus heridas nos han curado» (1 P 2,24; cf. Is 53,5).
San Juan XXIII y sanJuan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano (cf. Is 58,7), porque en cada persona que sufría veían a Jesús. Fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresia del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia.
Fueron sacerdotes y obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte; fue más fuerte la fe en Jesucristo Redentor del hombre y Señor de la historia; en ellos fue más fuerte la misericordia de Dios que se manifiesta en estas cinco llagas; más fuerte, la cercanía materna de María.

En estos dos hombres contemplativos de las llagas de Cristo y testigos de su misericordia había «una esperanza viva», junto a un «gozo inefable y radiante» (1 P 1,3.8). La esperanza y el gozo que Cristo resucitado da a sus discípulos, y de los que nada ni nadie les podrá privar. Laesperanza y el gozo pascual, purificados en el crisol de la humillación, del vaciamiento, de la cercanía a los pecadores hasta el extremo, hasta la náusea a causa de la amargura de aquel cáliz. Ésta es la esperanza y el gozo que los dos papas santos recibieron como un don del Señor resucitado, y que a su vez dieron abundantemente al Pueblo de Dios, recibiendo de él un reconocimiento eterno.
Esta esperanza y esta alegría se respiraba en la primera comunidad de los creyentes, en Jerusalén, de la que hablan los Hechos de los Apóstoles (cf. 2,42-47), como hemos escuchado en la segunda Lectura. Es una comunidad en la que se vive la esencia del Evangelio, esto es, el amor, la misericordia, con simplicidad y fraternidad.

Y ésta es la imagen de la Iglesia que el Concilio Vaticano II tuvo ante sí. Juan XXIII yJuan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomía originaria, la fisionomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos. No olvidemos que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia. En la convocatoria del Concilio, san Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado, guiado por el Espíritu. Éste fue su gran servicio a la Iglesia; por eso me gusta pensar en él como el Papa de la docilidad al Espíritu santo.
En este servicio al Pueblo de Dios, san Juan Pablo II fue el Papa de la familia. Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado, como el Papa de la familia. Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las familias, un camino que él, desde el Cielo, ciertamente acompaña y sostiene.

Que estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios intercedan por la Iglesia, para que, durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia. Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama.>>

lunes, 21 de abril de 2014

En abril, santos mil

25 líneas

La Pascua de 2014 nos invita a hacer memoria de la resurrección de Jesús y nos trae la noticia –no menos jubilosa– de  la declaración como santos de Angelo Giuseppe Roncalli y Karol Józef Wojtyła Para entendernos mejor, los papas Juan XXIII y Juan Pablo II. El primero italiano, llamado “el papa bueno”, cuarto hijo de un total de catorce, del matrimonio formado por Giovanni Battista Roncalli y Marianna Giulia Mazzolla, que abrió el Concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962 en la Basílica de San Pedro. El segundo, de nacionalidad polaca y recordado como uno de los líderes más influyentes del siglo XX que visitó ciento veintinueve países como sucesor de san Pedro. Santos de ayer mismo que han dejado marcada su huella personal en la historia de la Iglesia y del mundo.
Nadie podrá decir que hablar de los santos obliga a mirar hacia siglos pasados y perderse por el bosque de la historia. Tampoco hay que sacar la conclusión de que ser papa es una condición para ser santo. Hay santos de todos los oficios,  todas las culturas, todos los sexos y todas las edades. Atletas como Juan Pablo II –experto alpinista y esquiador– y poco amigos del deporte como Juan XXIII. Los dos adoptaron el nombre de Juan que, si nos fijamos en Juan el Bautista, es el pregonero que anuncia la llegada de Jesús y confiesa no ser digno de desatarle la correa de sus sandalias. Siempre he pensado que los santos son como los cristales de una vidriera. Cada uno tiene su color pero tienen en común una misma misión: dejar que pase limpiamente la luz. Con la llegada de Juan XXIII y Juan Pablo II a la cima de los santos, la Iglesia y la humanidad entera se sienten más iluminadas.  

P. Santiago











domingo, 13 de abril de 2014

Oferta de viaje gratuito para la Semana Santa

25 líneas

Las agencias de viajes ya están introduciendo sus encartes en los periódicos para ofrecernos una escapada a Canarias, Playa Bávaro o una casita rural en la montaña con el paisaje de fondo de unas montañas todavía con las crestas nevadas. Hay que viajar, desentumecer los huesos, tomar el sol –si es que la meteorología lo permite– y disfrutar de unos días sin horarios y sin despertador. No es para menos porque “yo ya no resisto más”, “este ritmo no hay quien lo aguante”, “este estrés es insoportable”…Con estos argumentos a la vista hay que buscar un oasis, romper con la monotonía cotidiana y buscar donde descansar unos días siempre que la economía familiar y le precio de la gasolina lo permitan.
Es cierto que sufrimos de cansancio pero no tanto por la actividad que desarrollamos como por nuestro mundo  interior que se va secando y una sensación de vacío espiritual que produce  desazón y malestar generalizados. Con esta radiografía en las manos, la Semana Santa nos presenta una oferta de viaje gratuito hasta lo más hondo de nosotros mismos para eliminar tensiones, sentir la compañía de la fe religiosa, cimentar mejor nuestra vida, deshacer los nudos de tantos miedos como nos atan, borrar las sombras que nos impiden vivir de cara a la luz.
El mensaje de la Semana Santa no hay que asociarlo con la belleza estética de un séquito de imágenes porque sería tanto como quedarnos con la envoltura plástica de una realidad más honda. La muerte y resurrección de Jesús nos emplaza ante la posibilidad de leer de otra manera nuestras muertes y salir de las tumbas donde viven muertos tantos contemporáneos nuestros. 

P. Santiago

jueves, 10 de abril de 2014

El inevitable escalofrío de la muerte

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Si hay algún secreto que todos escondemos bajo la piel es la duda inquietante acerca de la muerte. Tenemos en nuestro archivo de recuerdos más íntimos los nombres de un puñado de seres queridos que ya no se sientan a la mesa con nosotros, no recibimos su felicitación de Navidad y hemos pulsado la tecla Supr sobre la dirección de su correo electrónico.
La fe religiosa supone un proceso en el que crecen las certezas, las preguntas y la relación personal entre el creyente y Dios. Es un largo camino que hay que recorrer arropados por la confianza. El itinerario –aunque parezca difícil de comprender– consiste en salir de la niñez para volver a la niñez. Salir de la niñez es atreverse con la duda, no cerrar los ojos a la realidad ni pensar en que Dios nos pide el obsequio de no pensar. Volver a la niñez es hacerse niño de nuevo, llegar a la conclusión de amar, confiar, esperar no son verbos que forman parte del cuerpo del diccionario sino un estadio superior de madurez.
Sería presunción o vana autosuficiencia proclamar que la fe disipa todas las vacilaciones. Aunque sea lo más parecido a una contradicción, progresar significa, a veces, dar la vuelta. Así sucede con el crecimiento en la fe. “Quien se tenga por sabio en este mundo, vuélvase ignorante para ser de veras sabio”, escribe san Pablo (1 Cor 3, 18). No se trata, evidentemente, de quemar los libros de la estantería ni tirar al contenedor de papel los apuntes  encuadernados en gusanillo. Ser sabio de verdad es conocer el aquí y el ahora, caminar con dignidad por los pasillos de este mundo y aceptar que el “más allá”, “el después de la muerte”, es imposible reducirlos a conceptos manejables. La salida de esta espesa oscuridad es –según Ricoeur–  comprender para creer  y creer para comprender. Ya lo había dicho san Agustín hace siglos: “Busco para encontrar y encuentro para seguir buscando más ávidamente” (La Trinidad XV, 2).

P. Santiago

lunes, 7 de abril de 2014

Pensamiento de San Agustín

Quiso ser tentado 

“Cristo fue tentado para que no fuese vencido el cristiano por el tentador. El Maestro quiso ser tentado en todas las cosas en las cuales lo somos nosotros; como quiso morir, porque morimos; como quiso resucitar, porque también habíamos de resucitar; pues aquello que ejecutó como hombre el que se hizo hombre por nosotros siendo Dios, por el cual fuimos hechos, lo ejecutó por nosotros” (Comentario al salmo 90, 2, 1).




Obras de San Agustín

¡Comenzamos la semana con una gran noticia para la familia agustiniana! El 28 de marzo de 2014, se ha concluido la descarga en internet de las obras completas de San Agustín en español. Podremos encontrarlas en la página web: www.augustinus.it
En ella se pueden consultar todas las obras de San Agustín en latín, italiano y español. Hay enlaces para consulta en otras lenguas, como inglés, francés y holandés. Ofrece también otros recursos relativos a San Agustín y a la espiritualidad e iconografía agustinianas.

Esperamos que os sea de ayuda para vuestro crecimiento personal y espiritual.

sábado, 5 de abril de 2014

¡Volvemos!

Queridos amigos:

Después de un tiempo de descanso y reflexión, relanzamos el blog de Pastoral del Colegio Mayor con una imagen mejorada y nuevos contenidos. Juntos a las tradicionales "25 líneas" del Padre Santiago y los "Pensamientos" de nuestro amigo y maestro San Agustín, irán sucediéndose una serie de reflexiones que nos ayudarán a acercarnos a Dios y hacer de nuestra vida un reflejo del Evangelio. También tendremos la oportunidad de compartir con vosotros las actividades que se realicen en el Colegio, que este año celebra su cincuenta cumpleaños...¡Felicidades!
Nos unimos así al consejo que nos regaló el Papa Francisco en Río (Brasíl) en la pasada JMJ:  "¿Qué es lo que espero como consecuencia  de la  Jornada de la Juventud? Espero lío.[...] Quiero lío en las diócesis, quiero que se salga afuera, quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos..."
Comenzamos esta nueva etapa con mucha ilusión, ganas de compartir nuestra Fe y de ser testigos auténticos de Jesús. Pero esta tarea no sólo la hacemos nosotros. Tu participación es fundamental. Podrás hacerlo a través de los comentarios o por correo electrónico. El blog es un libro en blanco en el que todos podemos dejar nuestra firma. Por ello, te animamos a participar.

¡Comenzamos!