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Una expresión latina del escritor Plauto dice que “el hombre es un lobo para el hombre”. Como la literatura de doscientos años antes de Jesucristo nos queda a todos muy lejos, un filósofo del siglo XVIII llamado Thomas Hobbes se encargó de repetirla para sentar la afirmación de que el egoísmo es una nota característica de la esencia humana. Lo peor es que la vida haga verdadera una frase escalofriante porque es todo un canto a la insolidaridad, la sospecha y la desconfianza. Cualquiera que piense así tendría que salir a la calle protegido con una coraza y con una lanza en la mano como los caballeros medievales.
Menos mal que sin el remite de ningún nombre famoso, hay otros dichos que hacen de réplica a Plauto y a Hobbes. “Piensa bien y acertarás”, “Haz bien y no mires a quién”, por ejemplo.
Hay escenas e imágenes con argumento diferente. Gestos de ayuda que rayan en el heroísmo y actitudes de violencia como si se tratara de ir dejando heridos en todas las aceras. Cuando son heridas físicas, el SAMUR se encarga de una primera cura y del traslado a un hospital si el caso es grave. ¿Y cuando nos son heridas físicas sino morales? ¿Quién se encarga de descubrir la carga de sufrimiento que alguien puede llevar en su interior como si una fiera estuviera royéndole las entrañas?
Hacen falta sanitarios que atiendan las urgencias de la convivencia, la soledad, el desamor, la ingratitud porque a estos hombres y mujeres que han recibido la visita del desencanto y la desesperanza no los recoge ninguna ambulancia y muchas veces su única compañía son las lágrimas. También hacen falta buceadores que ayuden a salir del pozo de la desesperación. La cifra de “parados” porque no se quieren alistar en estas dos “nuevas profesiones” supera, con mucho, los millones del paro laboral.
P. Santiago
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