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Ntra. Sra. del Buen Consejo |
Hablar de la madre no es cosa de niños, sino de personas sensatas que saben bien cómo el cordón umbilical que une a la madre y al hijo se corta en el nacimiento, pero hay otros cordones que vinculan para toda la vida. Ni la muerte borra el recuerdo de la madre.
El evangelista san Juan pone en labios de Jesús unas palabras que suponen el regalo más inimaginable: “Mujer, ahí tienes a tu hijo…“ (Jn 19, 26). Yo añadiría: Aunque sean traviesos y caprichosos, hazles un sitio en tu regazo para que se acurruquen junto a ti en los momentos que no puedan con la tristeza, límpiales los chorretes de las lágrimas, anímalos a vivir y soñar.
El mensaje de Jesús continúa: “Hijo, esa tu madre” (Jn 16, 27). Que nadie se sienta huérfano, incomprendido, con la única compañía de la soledad. El Ave María es oración sencilla y breve para decirle a María que necesitamos esas realidades que se esconden detrás de tantos títulos marianos. Porque María se llama salud, paz, consuelo, esperanza...María –fiel a su título de madre– está de guardia todas las horas de la vida para escuchar al hombre. Y, como todas las madres, privilegia, también, a los más débiles, a los desamparados, a los que se sienten doblados por alguna contrariedad.
Si recorres con la mirada tu habitación, descubrirás un cuadro pequeñito de María, Madre y Señora del Buen Consejo. Que no sea un adorno como los poster o la bufanda de tu equipo preferido clavada en la pared con unos alfileres.
P. Santiago
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