jueves, 12 de abril de 2012

El mandamiento de la alegría


                                                              25 líneas

Jesús resucitado nos dejó su paz y su gozo como la mejor de las herencias Parece, sin embargo, que muchos cristianos no se hayan enterado o que el día que lo explicaron en clase de religión estaban con gripe.
Si yo me encontrara con Moisés –cosa nada probable– le preguntaría a quemarropa: ¿Estás seguro de haber escrito en las tablas de la ley todos los mandamientos dictados por Dios? ¿No se te olvidaría el mandamiento de la alegría o lo suprimiste un poco caprichosamente  para evitar el número once y que nadie pensara en los integrantes de un equipo de fútbol?
Toda una semana para sacar a la calle la espléndida imaginería de Cristos coronados de espinas, flagelados y crucificados o Vírgenes dolorosas, y solo la mañana de Pascua para pasear al Resucitado o una talla mariana vestida con un manto blanco de gloria.
Por eso el convencimiento de que esta vida nuestra es un  valle de lágrimas se nos ha atornillado a nuestra piel de forma inseparable. ¿Es que no nos hemos enterado de que “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna” (Juan 3, 16)?
Esta primavera  nuestra de la de la sequía climatológica que destruye los sueños de tantos agricultores, de la crisis económica con sus largas filas de parados y los hombres y mujeres de Cáritas multiplicándose en los comedores sociales para distribuir comida caliente, es también el tiempo de la alegría de la Pascua. Lo esencial de los cristianos es transmitir a la humanidad un mensaje de gozo y de confianza  que brota de una vida iluminada por la resurrección de Jesucristo. Todo lo contrario a pensar que la fe va unida  a ser  somos hombres y mujeres enlutados que no saben qué es la pasión por la vida.

P. Santiago

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