Vengo ante tí, Dios de mi fe,
con el regalo de la vida entre las manos.
Me la ofreciste cargada de preguntas:
¿Quién eres tú, distante y compañero?
¿Cómo puedo hablarte si me resultan
pequeñas las palabras?
¿Qué es la verdad y por qué el llanto del niño?
¿Quién soy yo, siempre deprisa como un río,
llenando de hastío las horas muertas
y derrotado las mañanas de los lunes?
Que te conozca Dios mío,
del mismo modo que Tú me conoces
y entre los dos repitamos,
como una canción ensayada,
que amar es lo único que importa.
Que me conozca y sea yo
el capitán de mi alma,
caminante que busca la verdad,
peregrino de paz y justicia,
a pesar de tardes de lluvia
que alargan la tristeza
tras el cristal de mi ventana.
Como Agustín yo quiero vivir
con el corazón abierto
porque ahora es el tiempo del amor
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