viernes, 17 de febrero de 2012

Amigo Agustín

Querido Amigo:

Me confieso hombre delante de ti
porque así me hizo Dios
y no puede ser otra mi tarjeta de presentación.
A pesar de ser frágil, de arcilla leve,
quiso Él grabar su imagen en lo profundo de mi alma.

Lo más importante de mi historia
no es lo que yo hice, sino lo que Dios hizo en mí,
labrando la tierra endurecida de mi vida.
También los artistas hacen obras de arte
con el barro más humilde.

Dios entró en mi vida,
inundó de sol todos sus rincones
y sentí el alma crecida como una luna llena.
Coleccioné sueños y busqué aplausos,
hasta que la luz de Dios entró en mi alma confusa.

Dios y yo hablamos, a corazón abierto,
en mi huerto interior.
Mis días, cubiertos de cenizas,
recibieron el agua limpia del bautismo
una bendita noche de Pascua.

Amé, amé mucho y sin descanso.
Siempre encontré gente
por los pasillos de mi corazón,
pero Dios me amó de forma más exagerada.

Soy hombre de origen, sembrador de esperanzas,
obligado a gritar que no hay noche eterna,
que llevamos la luz bajo la piel
y levantamos la ciudad de Dios
con el sudor gris de cada día

Agustín, tu AMIGO

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