martes, 28 de febrero de 2012

El pecado, una realidad humana


Los primeros versos del Miserere evocan el reconocimiento del pecado. Somos débiles por nuestra propia naturaleza, y el pecado es consecuencia directa de esa debilidad. Ante esta situación podemos actuar de dos formas contrapuestas: la primera, negando la existencia del pecado; somos libres y podemos hacer cuanto queramos. Esta postura conlleva una pérdida total de conciencia y sensibilidad. La segunda y verdaderamente importante es el reconocimiento de esta realidad. Yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado” Somos pecadores; somos débiles y necesitamos a Dios para seguir adelante. Sentimos que no podemos separarnos de Él porque nos perderíamos definitivamente. Este sentimiento es fruto de la Palabra del Padre; de nuestra fe.
El pecado es un acontecimiento que quiebra nuestra relación con Dios. Es fruto de una falta de confianza total en Él. Pero el reconocer nuestras faltas supone ya un paso muy importante para retomar el camino del Evangelio. Refleja humildad ante un Padre que nos perdona; esperanza en volver a estar en sus brazos y apuesta decidida de arrepentimiento y conversión. Pedir a Dios perdón es solicitar que derrame su gracia sobre nosotros; que su Espíritu descienda sobre nosotros y nos ayude a llevar una vida acorde con el Evangelio.
Esta noche, a la hora de dormir, hablemos con Dios, sin prisas, sin miedo, con humildad. Reconozcamos nuestras faltas y pidámosle la gracia de la conversión. Sólo así descansaremos en sus brazos y seremos realmente bienaventurados. 

Rafa Delgado

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