domingo, 12 de febrero de 2012


                                                                                                         25 líneas

APRENDER A PENSAR GARANTIZA LA LIBERTAD, APRENDER A AMAR ES CAMINO HACIA LA FELICIDAD 

Ser libre y ser feliz. ¿Quién no ha inscrito estos dos objetivos en su programa diario de vida? Durante siglos se ha asistido al monopolio de la razón, hoy es urgente la reconciliación con el mundo de los sentimientos. Enseñar a pensar y enseñar a amar se presenta como una de las geniales síntesis de la educación agustiniana. El libro y el corazón como emblema. De nada sirve que la razón se adelante si el corazón se queda atrás”, decía con su lenguaje lacónico aquel escritor español del Siglo de oro que fue Baltasar Gracián. No como realidades autónomas. La inteligencia emocional, utilizando un término de la psicología contemporánea. La verdad que hace relación al amor y la razón que hace relación al corazón. El amor inteligente como contraposición al amor instintivo que no es humano. O el ojo del corazón, metáfora que utiliza san Agustín para la percepción cordial, entrañable  de la realidad.
El COLEGIO MAYOR UNIVERSITARIO SAN AGUSTÍN pretende ser  una comunidad universitaria al servicio de la  búsqueda de la verdad y de la educación del corazón. Con las consecuencias éticas  que afectan a todos: el deseo de superación, la apertura al otro, la escucha y el respeto a las opiniones ajenas, la honradez intelectual... 
Junto al libro, siempre  el corazón. Si los sentimientos se separan de la razón quedan abandonados a la fuerza incontrolada de la pasión. El ser humano necesita amar, sentirse amado, entregar su vida  porque en la donación libre de la propia existencia está el proyecto que abarca mayor plenitud. 
La pastoral universitaria agustiniana pretende ayudar a sanar la mente y sanar el corazón. Cualquier contraposición entre verdad y amor, como separar  la afectividad  de la razón, supone desviarse de la pedagogía agustiniana. Verdad y amor se necesitan mutuamente. No se puede optar por el amor en contra de la verdad, ni tampoco utilizar la verdad ignorando el amor. Ante la posible  alternativa amistad o verdad, debe prevalecer la verdad. “Se ha de rechazar toda amistad que sea un obstáculo para encontrar la verdad”, escribe san Agustín (Soliloquios I, 12,20).

P. Santiago 

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