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La alegría de la Navidad es más ruidosa y
callejera, la alegría de la
Pascua de la resurrección de Jesús pasa más por el corazón.
Es el final feliz de una historia que se va oscureciendo y parece desembocar en
un enorme fracaso. No es así y que la muerte haya sido vencida ilumina el
futuro de nuestra vida, ese más allá desconocido y envuelto inevitablemente en
sombras.
La resurrección de Jesús
significa que alguien me espera el último día para celebrar la gran fiesta del
encuentro con dios y el reencuentro con esa lista de personas queridas que un
día tuve que borrar en la agenda. No es un ejercicio de imaginación, sino un
acto de fe y de esperanza, un regalo
gratuito que llena mi boca de risas y de
cantares.
Está resuelta la pregunta
acerca del más allá y tengo la clave para entender el más acá con sus días
llenos de nubarrones y esas noticias que son un golpetazo en el alma.
El poeta madrileño José
Hierro confiesa: “Llegué por el dolor a la alegría. / Supe por el dolor que el
alma existe. / Por el dolor, allá en mi reino triste, / un misterioso sol
amanecía”.
No se puede vivir la fe
acurrucados detrás del miedo como niños perdidos en un bosque. La fe es alegría
y es esperanza que no se agotan porque
Alguien que ha vencido a la muerte me ama infinitamente.
P. Santiago.
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