La tarde del 13 de
marzo sobre la chimenea de la Capilla Sixtina se posó durante casi media hora
una gaviota. Algunos quisieron ver en aquella escena el presagio de que la
elección del sucesor de Benedicto XVI podía producirse muy pronto y así
sucedió. A las 19, 07 horas comenzó a salir la fumata blanca que anunciaba el
consenso de los cardenales reunidos en cónclave. A las 20,15 horas se abría el balcón central
del Aula de las Bendiciones, situada sobre el pórtico de la Basílica de San
Pedro, que da a la plaza. La noticia
rompía todos los pronósticos. El argentino JORGE MARIO BERGOGLIO, jesuita de 76
años, arzobispo de Buenos Aires, era el
primer papa latinoamericano y entraba en la historia de los papas con el nombre de FRANCISCO como
homenaje y recuerdo de san Francisco de Asís.
Francisco de Asís es
sinónimo de sencillez, libertad, amor a la pobreza, Evangelio puro, y también
de reforma. Quizá con estos mimbres teja
el nuevo papa su programa pastoral e intente modelar la nueva evangelización.
El papa Francisco ha
comenzado su pontificado con gestos de serena sobriedad. Probablemente no tenga
el gancho popular de Juan Pablo II ni el magisterio universitario de Benedicto
XVI y sus funciones de padre, pastor y maestro rebajarán entusiasmos y ostentaciones,
pero su mensaje de renovación, de paz y de esperanza, irá calando como la
lluvia que caía sobre Roma la tarde–noche del miércoles 13 de marzo.
P. Santiago
P. Santiago
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