viernes, 22 de marzo de 2013

La semana más santa del calendario


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Con el Domingo de Ramos da comienzo la Semana Santa. La Navidad nos invita a mirar con ojos de ternura a un Dios hecho niño, ahora nuestros ojos se centran en un Dios golpeado y clavado en una cruz. Casi parece imposible que sean capítulos de una misma historia. El salto de los villancicos a las lamentaciones nos hace pensar en una vida tensa con un final dramático. Por fortuna, no es así la vida de la mayoría de los seres humanos pero, aunque solo existiera una persona  que muriese víctima de la injusticia, Jesús habría aceptado ser prototipo de la humanidad más doliente y de un amor infinito que se entrega a favor de todos, particularmente de los más inocentes.
La muerte cruenta de Jesús –que es la noticia inaudita de un Dios crucificado– es una noticia que produce  escándalo y gratitud al mismo tiempo. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jon 15, 13). Desde esta afirmación rotunda de san Juan es posible comprender el misterio de la muerte de Jesús. Dios no nos ama de palabra sino de verdad y su misericordia llega a todos sin exclusión.
El amor y el dolor son asignaturas troncales de la existencia humana. En Jesús crucificado se entiende como el amor –cuando es verdadero y no se reserva nada– lleva a entregarse para dar lo mejor de uno mismo a quien amas. Este amor vence la muerte y es vía segura para llegar a la resurrección. El crucificado es el resucitado y quien ha querido participar de nuestra muerte, nos invita a participar en su resurrección. Éste es el cimiento firme  de nuestra esperanza.
Que no se  nos escape la Semana Santa sin un tiempo para la reflexión. Hay que exprimir esas dos realidades tan densas que tejen el argumento de estos días: el amor y el sufrimiento. El sufrimiento de los parados, los enfermos incurables, los que viven en el pozo de la depresión…nos rodea, pero el amor escasea. Si “tanto amó Dios al mundo que  dio a su Hijo único para que tenga vida eterna” (Jn 3, 16), ¿existe otro modo de entender la vida según el Evangelio?

P. Santiago

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