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El catálogo de títulos marianos es inabarcable. Unas veces el nombre de María aparece relacionado con ese milagro tan variado como es la naturaleza: Nuestra Señora de la Peña, del Bosque, del Prado, de la Encina…Otras, María se enlaza con los sentimientos más íntimos y más humanas: Nuestra Señora de la Soledad, de la Alegría, de las Angustias, de la Paz…Cada pueblo tiene una ermita donde se venera una talla con un nombre singular que forma parte de la historia de un territorio geográfico. También las grandes ciudades hacen gala de su patrona: Nuestra Señora de la Almudena (Madrid), de Montserrat (Barcelona), de los Desamparados (Valencia), de Begoña (Bilbao), del Pilar (Zaragoza), de la Calle (Palencia) o de los Ojos grandes (Lugo)…
Los agustinos celebramos a Nuestra Señora de Gracia, de la Consolación, del Buen Consejo y del Socorro.
Con estos y otros muchos nombres se forma el calendario mariano que llena de fiestas y romerías las calles y los praderíos. Con María, sin embargo, sucede como con nuestras madres. El nombre del DNI es uno y el nombre familiar es otro más cercano y entrañable. Son esos diminutivos empapados de cariño, esos nombres convencionales que solo se utilizan de puertas adentro.
Hay que sentirse muy libres y muy creativos para hablar con María y hasta ser caprichosos como para regalar a María con títulos como Nuestra Señora de los exámenes, de las noches de insomnio, de las esperadas vacaciones, del regalo inesperado, de la enfermedad preocupante de un ser querido, de los abuelos cada vez más torpes, del cumpleaños de una amiga, de las horas de tristeza infinita, de esta tarde en la que se ha vuelto gris el horizonte…
Los artistas han modelado mil tallas de María. Siempre hay un regazo materno donde reclinar nuestra cabeza y compartir con ella el peso de nuestras preocupaciones. Y hay rostros de los que parece salir azúcar de sus ojos.
P. Santiago
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