Estrecha es mi casa, Señor: ensánchala.
Está en ruinas; repárala.
Hay cosas en ella que ofenden a los ojos;
lo confieso y lo sé
Pero, ¿quién sino tú, Señor
puedes raer hasta mis manchas más ocultas?
Tú sabes, Señor que creo en ti.
Tú sabes, Señor,
que te he confesado todos mis pecados
y tú los has olvidado ante ti y ante mí.
Tú sabes, Señor, que si subsisto ante ti
es porque tú me sostienes y oras por mí.
Tú sabes, Señor, que si subsisto ante mí,
es porque tú también me sostienes
y oras para que yo pueda orar.
No voy a pleitear contigo,
porque si llevas cuenta de los delitos,
¿quién podrá resistir?
(Confesiones I, 5,6)
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