sábado, 2 de junio de 2012

La necesidad de acoger al Espíritu y vivir según el Espíritu


                                                                  25 líneas 


Jesucristo, el Señor, derrama sobre sus fieles el Espíritu, pero hay que saber recibirlo, acogerlo.  La oración es un momento privilegiado para abrirse al Espíritu, rastrear su presencia y recibir sus dones. La oración es deseo, clamor desde lo profundo, grito del corazón. Por la fe accedemos a la oración y nos abrimos al Espíritu. El Espíritu es don y hay que pedirlo con insistencia. La misma oración es don del Espíritu (Rm 8, 27).
También recibimos al Espíritu en los sacramentos.  Espíritu de comunión con Jesús y con la Iglesia en la eucaristía, Espíritu del perdón y la misericordia en  la reconciliación, Espíritu de fortaleza en la confirmación…
Acogemos al Espíritu en la relación fraterna y comunitaria  porque es Espíritu de fraternidad.  También acogemos al Espíritu cuando leemos con esperanza los acontecimientos diarios, cuando somos capaces de percibir todo lo bueno que hay en el mundo, todos los gestos de los hombres y mujeres de buena voluntad, toda esa vena oculta de generosidad y hasta heroísmo   que atraviesa el mundo como un manantial profundo y que brota de forma intermitente e inesperada.
En 1968, el Patriarca Ignacio IV de Antioquia   pronunció en Uppsala unas palabras programáticas: “Sin el Espíritu Santo, Dios está lejos, Cristo permanece en el pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia es una pura organización, la misión es propaganda, la liturgia es simple recuerdo y la vida cristiana es una moral de esclavos. Pero en el Espíritu,  el cosmos es liberado y gime en el alumbramiento del Reino, el hombre lucha contra la carne, Cristo resucitado está aquí, el evangelio es una fuerza vivificadora, la Iglesia significa la comunión trinitaria, la autoridad es un Pentecostés, la liturgia es memorial y anticipación, y la acción humana es divinizada”. 

P. Santiago

No hay comentarios:

Publicar un comentario