25 líneas
El 10 de junio se celebra la
solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo o fiesta del Corpus Christi. Fiesta eucarística de hondas raíces
populares que tiene su presencia en la
calle con procesiones llenas de arte, colorido, belleza u devoción. Podíamos
pensar en esos recorridos de los equipos
deportivos cuando consiguen la victoria de un torneo. El paseo por las arterias
urbanas tiene como finalidad recibir el homenaje de los ciudadanos que se identifican con los
colores y el escudo de una elástica.
La comparación es inapropiada –como
todas– e insuficiente, porque el Cuerpo de
Jesucristo cruza nuestras calles para recibir la veneración del pueblo,
pero es, al mismo tiempo, un signo de cercanía y de entrega
a la humanidad. Jesús se ofrece como comida para el camino de la vida:
“Tomad y comed mi cuerpo, tomad y bebed mi sangre, entregados por vosotros”.
La fiesta del Corpus Christi puede ayudarnos a refrescar la fecha
de nuestra Primera Comunión. La mía sin vídeos y más libre de acosos
publicitarios, las actuales acompañadas, en muchos casos, de consolas, móviles
y otros regalos a cada cual más sorprendente.
No hay que desterrar la memoria
fotográfica y familiar de la Primera Comunión.
Lo que me parece rozar la frivolidad –hasta casi la blasfemia– es que de aquel
acontecimiento infantil solo se conserve un álbum y el recuerdo lejano de un
banquete en el que no faltó el plato del
aburrimiento mientras los adultos hablaban sin descanso de sus cosas.
¿Qué conservamos en nuestro
corazón de la inocencia y la alegría de
aquella fecha? ¿También hoy nos sentimos infinitamente felices porque podemos
sentarnos como comensales a la mesa del Cuerpo de Cristo?
P. Santiago
No hay comentarios:
Publicar un comentario