domingo, 12 de mayo de 2013

La resurrección de Jesús, fundamento de nuestra fe


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San Pablo escribe: “Si Jesucristo no ha resucitado,  nuestra predicación no tiene contenido ni vuestra fe tampoco” (1 Cor 15, 14).El papa Francisco se preguntaba en la audiencia del pasado miércoles día 10 en la Plaza de San Pedro: ¿Qué significa la Resurrección para nuestra vida? Y, ¿por qué sin ella es ilusoria nuestra fe? Y él mismo respondía: “Nuestra fe se funda en la muerte y resurrección de Cristo, igual que una casa se asienta sobre los cimientos: si ceden, se derrumba toda la casa”.
Si Cristo no hubiera resucitado, nuestra mirada consistiría en un mirar hacia un pasado lejano o un releer los escasos textos que nos hablan de las palabras y los gestos de un Jesús que pertenece al pasado. Pero resulta que la fe no es una historia de ayer y lo importante no son los discursos de Jesús, sino que su vida sobre el escenario de la tierra hace dos mil años, supone hoy  la presencia de Dios  entre nosotros.
Hay que atreverse con una pregunta peligrosa: ¿Por qué creo? La respuesta tiene que ser personal y no vale buscarla  entre los libros cercanos. ¿Puedo justificar la fe ante mí mismo?  Desde el punto de vista humano, Jesús muere en la cruz como un fracasado que los poderosos de su tiempo quisieron eliminar por incómodo.
Se podría pensar que, después de la Pascua, los discípulos  fueron dispensados de la fe porque fueron testigos de una serie de encuentros deslumbrantes y no es así. Los discípulos –como los creyentes de todos los tiempos–  vivieron envueltos en el misterio. Vieron con los ojos de la fe y la fe se sostiene en pie o se derrumba, si uno está dispuesto a vivir en la confianza en Dios.
Es una fe entendida como un amor que  rodea y acompaña, un  foco de paz y de  inquietud, una razón permanente para la  búsqueda y para disfrutar del gozo del encuentro, una presencia viva de quien ha vencido a la muerte y por eso hoy continúa entre nosotros. 

P. Santiago

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