martes, 11 de diciembre de 2012

¿Navidad en tiempos de embargos y desahucios?

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La cara menos soleada de la Navidad es la pobreza, la desigualdad, el sufrimiento que todavía se hace mayor cuando toda la escenografía de la ciudad es de fiesta.
Los políticos y los economistas dicen solemnemente que todo lo que está pasando se debe a desajustes estructurales y nadie se atreve a confesar que los problemas que hoy han llevado  la angustia a millones de familias tienen su origen en el corazón humano.
Un corazón amurallado detrás del propio egoísmo – personal, de país o de continente– se vuelve ciego ante las necesidades de los demás. Al final, el deseo de seguridad y de supervivencia desencadena el espíritu competitivo donde uno ve alrededor rivales en vez de prójimos. Vivir no es compartir, sino competir  y consumir de forma insaciable. Este modo de pensar  fabrica  embargos,  desahucios y conflictos.
El papa Benedicto XVI comentaba hace unos días: “Con Dios no desaparece el horizonte de la esperanza ni siquiera en los momentos difíciles de crisis, ya que la Encarnación nos dice que nunca estamos solos, Dios ha entrado en nuestra humanidad y nos acompaña". Y, en otro momento,  “La economía necesita la ética para su correcto funcionamiento; necesita recuperar la importante contribución del principio de gratuidad y de la "lógica del don" en la economía de mercado, que no puede tener como única regla el lucro”.
Ante un cuadro de desigualdades tan acusadas,  Juan el Bautista grita en el desierto de nuestro mundo: Para preparar el encuentro con el Señor en Navidad, sumad vuestros esfuerzos en favor de   la justicia, que se abajen  los montes y colinas del derroche, abrid vuestro corazón a la solidaridad y la misericordia. Solo así, la Navidad 2013 será de todos y para todos. 

P. Santiago

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