jueves, 22 de noviembre de 2012

Madrid-Arena...demasiada arena


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La muerte no respeta edades y puede sorprendernos hasta como un número no programado  de una fiesta juvenil.  Entonces reviste caracteres de tragedia y se buscan razones y responsabilidades. Un periodista escribía a raíz del fallecimiento de Cristina, Rocío, Katia y  Belén: “Ante una avalancha durante una multitudinaria fiesta a ritmo de alcohol, pirulas y petardeo techno, sentí dolor, zozobra, congoja, rabia… pero ninguna sorpresa”.
Así se pretende simplificar un hecho luctuoso que, además de servir para tirarse unos a otros cuatro cadáveres a la cara, algunos han aprovechado para pontificar que “la juventud español sobrevive a sus carencias entre borracheras, juergas y ausencia de auténticos compromisos”.
No es verdad que la noche de Halloween sea una parábola de los jóvenes contemporáneos y –como en otras ocasiones–  los incidentes de los jóvenes dejan al descubierto la falta de sensatez de muchos adultos que se muestran incapaces de una reflexión serena y eligen el camino corto de la generalización diciendo que “existe una gran cantidad de jóvenes que solo sabe divertirse en el desparrame y  que ignoran cualquier principio ético”.
La sociedad actual está necesitada de adultos responsables que ejerzan de padres, madres, educadores…Maestros creíbles desde la persuasión de su vida y de sus gestos, mujeres y hombres de convicciones y fidelidades, alejados de cualquier discurso arrogante, compañeros de camino que muestran una existencia realizada, un sentido religioso  que es mucho más que un simple residuo supersticioso o una mezcla de magia y fanatismo…Esta raza de personas es capaz de iluminar el oscuro camino por donde hoy se ven obligados a transitar los jóvenes y de interpretar  –sin aspavientos ni hipocresía–  lo que nunca debió ocurrir la noche del 1 de noviembre. De lo contrario, nuestros jóvenes deambularán en la  fría soledad y la noticia añadida a las cuatro irremediables muertes de cuatro jóvenes es que, además de Madrid–Arena, en nuestra sociedad faltan modelos que ofrezcan consistencia y hay demasiada arena.

P. Santiago

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