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Una cuarta persona ha
decidido acabar con su vida ante la llegada de los funcionarios judiciales que
se disponían a embargar su casa. Es un drama social que cada día amenaza a más
familias. Según parece, desde que estalló la crisis, han sido ejecutados entre
350.000 y 400.000 desahucios. Detrás de estas cifras estremecedoras, otras
tantas historias humanas de dolor, de fracaso y
de aturdimiento ante un futuro absolutamente desconocido. Comprar una
casa, instalarse en ella pensando en la habitación de los hijos o dónde
colocar el mueble recién restaurado
heredado de los abuelos, ha sido el sueño de muchas familias en tiempos de
bonanza económica.
El monstruo de la
crisis comenzó por cerrar fábricas y empresas, pero ahora ya se
ha llevado entre sus garras la vida de varias personas en distintos países.
Algo tan preocupante que hasta los políticos han decidido la paralización
temporal de los desahucios que afectan a las
familias más vulnerables.
Clama a gritos la
necesidad de un cambio de la ley actual
hipotecaria que, en vez de solucionar
problemas, los agranda y golpea todavía más a los afectados por situaciones de
precariedad.
En el organigrama
actual del gobierno español, junto a la
figura el Defensor del Pueblo –función que ahora desempeña una
mujer– habría que pensar en crear
el “Defensor del indefenso”. Entre
desahucios, participaciones preferentes que dejan en el desamparo a los pequeños
inversores y otras tropelías, llenaría
su agenda de trabajo.
Mientras, España
continúa trasnochando para ver la liga futbolística y las aceras se pueblan de
mendigos que reclaman ayuda con un vaso
de plástico en las manos.
Primero fue la pérdida
del trabajo, después del hogar y ahora de la vida…Ante el aumento de las tasas
de paro y de exclusión social y tantos hombres y mujeres que se hunden en el
pozo de la desesperación…¿qué puedo hacer yo?
P. Santiago
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