lunes, 1 de octubre de 2012

Matemáticas para un curso feliz


                                                                   25 líneas 

Habrá quien diga que las matemáticas y la felicidad son incompatibles y otros pensarán que el comienzo de curso debe estar libre de los  enredos numéricos con los que disfrutaban Pitágoras, Fermat y tantos otros hombres de ciencia. Es todo más sencillo y se trata, simplemente, de sugerir una fórmula para que el curso 2012–2013 –que todavía es como un niño balbuciente– sea para todos una oportunidad de crecimiento y de satisfacción. El secreto está en sumar y multiplicar y suprimir todo lo que signifique restar o dividir. Sumar y multiplicar actitudes positivas de colaboración, de servicio y de ayuda, restar todo egoísmo camuflado y, finalmente, borrar todo lo que signifique vivir ignorándonos o dedicarse a buscar motivos para la contienda permanente.
Ser buena gente y querer a los demás es rentable,  como gozo personal profundo y como modo de cruzar los pasillos de esta habitación nuestra que es la tierra con la cabeza bien alta y las manos abiertas para ayudar a levantarse a quien se ha caído a nuestro lado.
También hay hombres y mujeres que allí donde aparecen, se convierten inmediatamente en una cuña que separa, van levantando muros y le han puesto cerrojo al propio corazón. Son sembradores de desconfianza instalados en el falso pedestal del orgullo y la arrogancia.
“Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”, dijo Jesús a los discípulos que discutían sobre quién era el más grande (Marcos  9, 35). La respuesta de Jesús no tiene que ver con mutilar las propias posibilidades; significa que la verdadera grandeza consiste en servir. La historia del curso –que ahora parece casi interminable– va a ofrecer mil ocasiones para intercambiar momentos de escucha, gestos de confianza y detalles de delicadeza.  La suma total es el valioso tesoro que podemos regalar a los demás.

P. Santiago

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