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Quien observara superficialmente
cualquiera de los escenarios donde se escenifica la ceremonia del “botellón”
podría concluir que la juventud actual derrocha alegría. Ahí está esa comunión
laica y urbana en torno a una botella de cerveza u otra bebida, que se bebe
sorbo a sorbo como si fuera toda una metáfora
de la vida compartida. La realidad puede ser otra y participar en el
rito del vaso que pasa de mano en mano, también puede hacerse para olvidar,
para defenderse del frío de la soledad o por otras razones diferentes. Desde
luego, no siempre hay detrás de esa
liturgia laica un borbotón de alegría y de amistad.
C. S. Lewis fue un crítico literario,
académico, locutor de radio y ensayista británico conocido por sus novelas de ficción que falleció el 22 de Noviembre de 1963 en Oxford,
Inglaterra. Suya es la frase “la alegría es el asunto más serio del cielo”. Es
decir, la alegría es un estado interior, un clima del alma que tiene mucho que
ver con la paz de nuestro espíritu. “Un santo triste es un triste santo” decía
aquella mujer gigante de Ávila que ha pasado a la historia con el nombre de
santa Teresa de Jesús.
Para
algunos, la fe es algo propio de gente aburrida, desilusionada, herida por
algún fracaso que –cuando no están al
alcance de la mano otras soluciones– busca consuelo en un más allá desconocido.
Con este prejuicio precipitado por delante –que dispensa de una reflexión más
sosegada– en un momento se hace una lista de calificativos que salpica a la
juventud actual.
Es imposible
hacer una fotografía en la que quepan todos los jóvenes y, en vez de la
fotografía de grupo, yo prefiero las individuales de tamaño carnet. Hay suficientes como para hacer una muestra
extraordinaria con los rostros y la vida de muchos jóvenes que creen en la
amistad y en el trabajo diario bien hecho. Quizá les falte por descubrir que
Dios es alegre y fuente de alegría verdadera.
P. Santiago
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