jueves, 25 de octubre de 2012

Sobre el arte de amar


                                                                    25 líneas

Conservo dos ejemplares del famoso librito de Erich Fromm titulado El arte de amar, publicado por Ediciones Paidós. Están manoseados y uno de ellos con las hojas sueltas por el uso. Desde hace algún tiempo, duermen en una estantería de mi biblioteca. ¿Es que el amor ha dejado de ser arte o todos somos autodidactas y es absolutamente innecesaria toda bibliografía?
En el prefacio, advierte el autor alemán que la finalidad del libro es “demostrar que el amor no es un sentimiento fácil para nadie, sea cual fuere el grado de madurez alcanzado”. Lo dice un importante psicólogo, psicoanalista y pensador humanista. Algo de razón hay que concederle porque los sucedáneos, las falsificaciones y los accidentes en el amor alcanzan cifras preocupantes.
Una cosa es que el borbotón del amor que surge desde el fondo de nosotros mismos esté llamado a ser  un manantial inagotable,  y otra que si ese espléndido caudal no entra en un surco, en vez de fecundar puede producir una inundación.
Las facultades humanas más nobles –y nadie discutirá que el amor ocupa un lugar de privilegio entre ellas– se asemejan a las piedras preciosas en estado bruto que hay que  pulir, cincelar, bruñir, refinar…Casi nadie, sin embargo,  piensa que hay algo que aprender acerca del amor, subraya Erich Fromm.
Uno de los riesgos es la simplificación y creer que se trata de una experiencia explosiva, una sensación que exige romper inmediatamente todas las barreras, una atracción que reclama exclusividad y relación física inmediata. 
Otro riesgo es que –a pesar de multiplicar las carantoñas– sea un amor vacío porque no integra generosidad, paciencia, comprensión, sacrificio, perdón…Todo lo contrario al lema que Huxley se atrevió a formular: “No dejes para mañana lo que puedas disfrutar hoy”.  

P. Santiago

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