miércoles, 17 de octubre de 2012

La belleza de crecer creyendo


                                                                25 líneas 

Hay maneras de crecer, de ir dando pasos en ese proceso personal de madurez  que nos lleva a sentirnos artesanos de nuestra vida y padres o madres de nuestros pensamientos y sentimientos.
Hacerse hombre o mujer es mucho más que asistir pasivamente al descubrimiento de un nuevo cuerpo que se va moldeando desde el funcionamiento de una sabia maquinaria  biológica. Hay personas que, cuando descubren tener el milagro de la vida entre las manos, se sienten invitados a participar en el proyecto más apasionante: crecer y llegar a la plenitud de las propias posibilidades. Es una tarea larga y paciente que  tiene algo de puzle donde hay que encajar distintas piezas. Una de ellas, la fe. Fe humana y fe religiosa. La falta de fe humana se traduce en inseguridad, falta de autoestima, miedo crónico a tomar decisiones, desconfianza…La falta de fe religiosa puede significar la huida ante las preguntas más serias de la vida, no haber viajado nunca al propio mundo interior, moverse en la superficie de los acontecimientos…Oscar Wilde escribió: “Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo”.
Vivir creyendo es una hermosa aventura. Creer es amar, confiar, sentirse amado por Dios y por los demás.
“A veces pienso que en el momento de nuestra muerte no es el discurrir de toda la vida lo que veremos, como dicen, sino solo una pequeña parte: los gestos de amor perdidos, la caricia no hecha, la comprensión no dada, esa inútil mala cara mantenida demasiado tiempo, esa terquedad alimentada solo de sí misma”. Lo escribe Susanna Tamaro en su última novela titulada Para siempre. Como en las mejores fábulas, la escritora italiana nacida en Trieste  trata los temas más profundos con una extraña simplicidad.

P. Santiago

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