lunes, 26 de marzo de 2012

Tiempo de Pasión y de compasión



                                                            25 líneas

Hay una juventud atlética que sale cada tarde  a correr para desentumecer los músculos, hacer una pausa en el estudio y mantener el cuerpo ágil. Hay otra juventud y otra humanidad enclenque y enfermiza que jamás veremos en ninguna pista polideportiva porque conviven minuto a minuto y día a día con la tremenda realidad del desvalimiento físico o mental. Son los discapacitados, paralíticos cerebrales, afectados por el síndrome de Down o cualquiera de esos enigmas médicos que humillan a la ciencia  porque solo pueden ser catalogados como “enfermedades raras”.
El dolor es un misterio y hay que acercarse a él con respeto y pudor  utilizando las palabras justas. Quizá  25 líneas sean excesivas porque el dolor propio hay que rumiarlo en silencio y el dolor ajeno acompañarlo desde el amor. O tal vez insuficientes porque detrás de un cuerpo retorcido como un árbol ya añoso se esconde, a veces, un gigante en humanidad y un puñado de  palabras entrecortadas puede ser un magnífico himno a la vida.
La Semana Santa nos acerca a la pasión de Jesús que los imagineros han plasmado en las tallas que desfilan en las procesiones de  nuestras ciudades y pueblos. Junto a la pasión de Jesús –hecho histórico que narran puntualmente  los evangelistas– la pasión viva y actual de tantos hombres y mujeres atados a una silla de ruedas, a la cama de un hospital, o caminando babeantes y con los ojos abiertos de par en par por cualquier acera.
¿Qué se puede hacer ante el gigante invencible del dolor? Benedicto XVI lo ha dicho con hermosas palabras: “formar parte del tesoro de compasión que necesita el género humano” (Cara encíclica Salvados en esperanza, 40).

P. Santiago


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