jueves, 22 de marzo de 2012

La conversión del corazón

Hace unas semanas contemplábamos la humildad y el arrepentimiento del pecador en los primeros versos del Salmo 50. En estas últimas de Cuaresma seguimos caminando de la mano del Miserere, meditando su parte central. Habiendo reconocido con humildad nuestras faltas y arrepentidos de ese alejamiento del Padre, es momento de cambiar de rumbo. No podemos seguir caminando hacia atrás.
"Oh Dios crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme" Estas breves palabras están cargadas de un profundo significado. Podemos decir que forman los antecedentes a las decisivas palabras de Jesús: "Vete y no peques más"
Buscamos sin cesar a nuestro Padre; pero el camino que debemos seguir hasta encontrarle pasa por el arrepentimiento y la conversión del corazón. Sólo así podremos pedir con fuerza al Señor que nos devuelva la alegría de su salvación y nos afiance en su espíritu generoso. 
La conversión es la clave de la Cuaresma. Es una tarea difícil por la fragilidad de nuestro corazón. Pero esto no debe entristecernos. Cambiar significa sobre todo alegría y esperanza. ¿Por qué debemos andar cabizbajos? Al contrario...¡Vamos a reencontrarnos con el Padre! ¡Nos espera con los brazos abiertos, dispuesto a perdonarnos y llenarnos de su amor!
Acudamos con fe al sacramento de la reconciliación sobre todo con alegría ya que es la gran fiesta, íntima y personal, del reencuentro con Jesús. Que la Virgen María nos lleve de la mano en este alentador camino de esperanza. 

Rafa Delgado

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