miércoles, 13 de febrero de 2013

La cuaresma que pasa por el corazón

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El miércoles  13 de febrero, con el rito de la imposición de la ceniza, comienza la Cuaresma. Es la meta de salida hacia la Pascua.  Otra vez la Cuaresma con su invitación a la  conversión que nada tiene que ver con  esa visión de un Dios que es un rival para el ser humano, una objeción para ser felices.
No queda tan lejos la celebración de la Navidad en la que experimentábamos la cercanía de un  Dios vecino nuestro que no galopa solemnemente por las nubes, sino que lleva y mece  en sus brazos nuestra vida, cuida  y protege nuestros días y  nuestras noches.
El mundo, sin embargo, no es un globo de colores, la violencia y la guerra son noticia diaria y los caminos de la felicidad parecen inciertos. Pero Dios no está enfadado; es  un Padre desmemoriado que no lleva cuenta de nuestros errores por repetidos que sean y nos ofrece su amistad. Ser amigos de Dios es bueno, curativo, estimulante. Y para ser amigos de Dios solo hace falta tener  el corazón limpio, abierto, transparente. 
Este es el mensaje de la Cuaresma. El profeta Joel dice: “Rasgad los corazones y no los vestidos; convertíos al Señor, Dios vuestro, que es compasivo y clemente, paciente y misericordioso” (Jl 2, 13). Y Jesús advierte en el Evangelio que  no busquemos la publicidad a la hora de defender la justicia, practicar la limosna o dedicar un tiempo a la oración, porque Dios no se fija en las fachadas, sino en las habitaciones  interiores. 
La humanidad sufre una lista de carencias. Faltan alimentos,  paz,  trabajo, confianza, esperanza, compasión…La palabra felicidad es el deseo más profundo que todos acariciamos, el bien más buscado. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”, dice Jesús (Jon 10, 10). Puede ser, entonces, que necesitemos acercarnos a la fuente de la vida. ¿Por qué no lo intentamos esta Cuaresma de 2013? Hoy que ya son posibles tantos trasplantes, también se puede cambiar el corazón; es la clave para ser feliz de verdad.   

P. Santiago

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