martes, 19 de febrero de 2013

Cuaresma, tiempo para la acción de gracias

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Casi siempre se asocia la Cuaresma a prácticas de penitencia –que tienen su significado y encajan perfectamente como preparación para la Pascua–, pero que dejan muy en segundo lugar una pregunta básica en la vida cristiana: nuestra relación personal con Dios. Y sucede que nuestros olvidos son, con frecuencia, selectivos y la gratitud suele quedar arrinconada en el fondo de la memoria. Como si no sobraran razones para dar gracias a Dios por  todo lo que somos y tenemos. Pensamos que en el mundo todas las personas de nuestra edad gozan de la misma libertad y salud, idéntica posición económica y acceso a una educación que va a ser una llave de acceso al futuro. Repasamos más lo que nos falta que las muchas cosas y oportunidades  de que disponemos. Por eso, el ejercicio de la gratitud debería entrar en el programa de Cuaresma como asignatura obligatoria.
Hace poco tiempo ha fallecido un amigo sacerdote que dejó escrito como testamento un hermoso himno de acción de gracias que yo he leído y  saboreado lentamente. Escribía: “Gracias porque al fin del día, podemos agradecerte: El vivir y el haber vivido/ la salud/ los bienes materiales/ la familia/ la fe/ la belleza del cosmos/ el ingenio/ la vida y la vocación/ los años de colegio/ el afecto/ los amantes de la paz/ ser hijo de Dios/ saber leer/ la amistad/ las fiestas/ la música/ una vivienda digna/ el receptor de radio/ la ancianidad/ los cuidadores de personas/ los animales de compañía/ los templos/ los grandes centros comerciales/ las tiendas del barrio/ que seas Padre nuestro/ la casa de los abuelos/ la poesía/ los objetos de capricho/ el cine/ todo”.
Sobre este borrador, cada uno podría añadir  los mil motivos para sentirse  inmensamente  agradecido y feliz.

P. Santiago

Pensamiento de San Agustín

"Así, pues, la turbación del agua simbolizaba la pasión del Señor; la cual se llevó a cabo perturbándose el pueblo judío. El enfermo cree en esta pasión, y al creer en ella, como bajándose al agua movida, es curado. El que no curaba por la ley, es decir, estando en los pórticos, es curado por la gracia creyendo en la pasión de nuestro Señor Jesucristo. Sanaba uno simbolizando la unidad (es decir, es curado todo el que se acerca a la gracia porque hay unidad de semejanza); pues ¿qué dice aquí? Estableció las subidas en su corazón, en el valle del llanto, en el lugar que dispuso. Nos gozaremos ya en aquel lugar" (Comentario al salmo 83, 10).

miércoles, 13 de febrero de 2013

La cuaresma que pasa por el corazón

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El miércoles  13 de febrero, con el rito de la imposición de la ceniza, comienza la Cuaresma. Es la meta de salida hacia la Pascua.  Otra vez la Cuaresma con su invitación a la  conversión que nada tiene que ver con  esa visión de un Dios que es un rival para el ser humano, una objeción para ser felices.
No queda tan lejos la celebración de la Navidad en la que experimentábamos la cercanía de un  Dios vecino nuestro que no galopa solemnemente por las nubes, sino que lleva y mece  en sus brazos nuestra vida, cuida  y protege nuestros días y  nuestras noches.
El mundo, sin embargo, no es un globo de colores, la violencia y la guerra son noticia diaria y los caminos de la felicidad parecen inciertos. Pero Dios no está enfadado; es  un Padre desmemoriado que no lleva cuenta de nuestros errores por repetidos que sean y nos ofrece su amistad. Ser amigos de Dios es bueno, curativo, estimulante. Y para ser amigos de Dios solo hace falta tener  el corazón limpio, abierto, transparente. 
Este es el mensaje de la Cuaresma. El profeta Joel dice: “Rasgad los corazones y no los vestidos; convertíos al Señor, Dios vuestro, que es compasivo y clemente, paciente y misericordioso” (Jl 2, 13). Y Jesús advierte en el Evangelio que  no busquemos la publicidad a la hora de defender la justicia, practicar la limosna o dedicar un tiempo a la oración, porque Dios no se fija en las fachadas, sino en las habitaciones  interiores. 
La humanidad sufre una lista de carencias. Faltan alimentos,  paz,  trabajo, confianza, esperanza, compasión…La palabra felicidad es el deseo más profundo que todos acariciamos, el bien más buscado. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”, dice Jesús (Jon 10, 10). Puede ser, entonces, que necesitemos acercarnos a la fuente de la vida. ¿Por qué no lo intentamos esta Cuaresma de 2013? Hoy que ya son posibles tantos trasplantes, también se puede cambiar el corazón; es la clave para ser feliz de verdad.   

P. Santiago

martes, 12 de febrero de 2013

Pensamientos de San Agustín


"Limpiemos el corazón por la fe y preparémonos, por decirlo así, para aquella inefable e invisible visión: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Ciertamente, el Hijo es invisible en la forma de Dios, por la cual es igual al Padre; pero para hacerse visible a los hombres tomó la forma de siervo, y, hecho semejante a los hombres, se hizo visible. Se había ya mostrado a los ojos humanos antes de tomar la carne, según le plugo en apariencia de criatura, pero no como Él es" (Comentario a Juan 53, 12).

Una noticia inesperada y ejemplar


Benedicto XVI  ha tomado la decisión de renunciar  a su ministerio como papa. Lo anunció, inesperadamente, el pasado 11 de febrero a las 12,30 del mediodía. Un gesto de lucidez y honestidad, propio del la sabio  que acepta de forma realista   las limitaciones de su edad.  El mundo actual –sometido a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la Iglesia– necesita al timón  hombres en los que se aúnen la fortaleza física y el vigor espiritual. La salud física de Joseph  Ratzinger nunca fue de hierro y, últimamente se  veía mermada notoriamente.
Con palabras escuetas, confesaba el papa su debilidad y manifestaba su agradecimiento a sus colaboradores más cercanos: “Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos”.
El papa sabio y  sencillo, de voz persuasiva y porte  tímido, libre ante Dios y ante los hombres, se retira para ocupar  sus días a la oración y el estudio. Deja un ejemplo elocuente de fe y humildad, una estela de lucidez intelectual extraordinaria, un magisterio de gran riqueza doctrinal y  una resolución valiente ante problemas que exigían actuaciones firmes.
Se va, también, el papa enamorado de san Agustín: “Cuando leo los escritos de san Agustín no tengo la impresión de que se trate de un hombre que murió hace más o menos mil seiscientos años, sino que lo siento como un hombre de hoy: un amigo, un contemporáneo que me habla, que nos habla con su fe lozana y actual”. (Audiencia general del 16 de enero de 2008).
En otra ocasión no dudó en decir que para él, san Agustín siempre había sido “un buen «compañero de viaje» en mi vida y en mi ministerio” (Castelgandolfo, 25 de agosto de 2010).

P. Santiago

martes, 5 de febrero de 2013

las lecciones de la crisis


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Hay hechos y situaciones indeseables que ocasionan una larga lista de víctimas. Nadie ignora el paro o la precariedad económica que asfixia hoy a tantas personas y familias. Es el lado agresivo y preocupante  de la crisis que emplaza a todos a la solidaridad y el compartir.
También hay noticias periodísticas  que rayan en lo estrambótico y la falta de sentido. “Una familia gallega se gasta en percebes e ibéricos la ayuda social”. Los concejales de un pueblo de La Coruña donaron 14.000 euros a un grupo de familias necesitadas de su municipio. No entregaron dinero en metálico, sino unos vales canjeables por alimentos básicos y también existía la posibilidad de pagar facturas pendientes de luz, agua o cubrir algunas necesidades urgentes. Saltó la sorpresa cuando los comerciantes acudieron a la administración local para cobrar los vales y una de las familias favorecidas había invertido la cantidad recibida en dos lotes de percebes, jamón ibérico, lomo embuchado,  langostinos, productos de perfumería…
Seguro que otras familias hicieron un uso mucho más sensato de la ayuda recibida y una anécdota, un desvarío gastronómico, no se puede elevar a la categoría de generalización. Hay que aprender, sin embargo, las lecciones de la crisis, admitir una forma de vida más juiciosa y sencilla  –que hasta puede ser más sana–  y apearse del capricho y el despilfarro.
Reconstruir el llamado estado de bienestar ya no significará jamás volver a tiempos pasados que nos llevaron a soñar con un mundo de fantasía. El siglo XXI –que es tanto como decir nuestro tiempo– impone un necesario realismo, una mayor austeridad   y el olvido de lo superfluo. Hay que darle la razón a san Agustín cuando advertía que  “es mejor necesitar menos que tener más” (Regla, III).

P. Santiago