viernes, 25 de enero de 2013

La vida como culto, cultura y cultivo


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Ramón Gómez de la Serna, conocido por sus greguerías, decía que “aburrirse es besar a la muerte”. Por lo menos, el extremo opuesto a la vida es la ausencia de proyectos, la sequía creativa, el sentirse espectador que ve pasar delante de sus ojos el río de las noticias. No hay acontecimiento más importante que la propia vida. El tiempo se puede malgastar en la pasividad,  la melancolía o la tristeza indefinida que nos roba la ilusión. Por eso hay que colocar los días y las horas  sobre las palmas de las manos llenarlos de proyectos, moldearlos como un barro amigo que nos permite construir una pequeña obra de arte. Cada día  es la posibilidad que se nos da de decidir en libertad sobre nosotros mismos, sobre nuestra relación con los demás y con Dios.
La vida como culto es la vida abierta a un Dios que nos llama a la amistad y la plenitud. El Dios de la confianza, la misericordia y el amor sin condiciones que se nos ha dado a conocer  con un nombre, un rostro y una palabra: Jesucristo.
La vida como cultura es privilegiar el pensamiento, la razón, la curiosidad por conocer, la creación literaria o artística. Pensar unos minutos diariamente es un ejercicio de libertad y de maduración personal. Tener a mano un buen  libro es sentir la cercanía de un maestro.
La vida como cultivo es el cuidado que nos merecemos como personas sin olvidar ninguna parcela de nuestra existencia. Somos un todo unitario que no podemos trocear como si fuéramos las piezas de un muñeco articulado. Cuidarnos es atender nuestra alimentación, nuestra higiene física y mental, cuidar nuestros sentimientos, cuidar a nuestros amigos, preguntarnos al final de cada día cuántas veces hemos dicho gracias porque puede ser un termómetro que marque nuestra sensibilidad…
La vida como culto, cultura y cultivo es todo lo contrario a vivirla como un entretenimiento continuado, una historia que se va escribiendo sin argumento.  

P. Santiago

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